Ha sido una experiencia muy divertida. Primero porque a mí me encanta montar en bici y hacía muchos años, ¡casi ocho!, que no montaba. Y segundo porque poco a poco vamos viendo la luz y podemos ir haciendo planes todos juntos, lo que nos da la vida. La logística ha sido algo complicada pero ha merecido la pena. Jaime llevaba a Gabi atado con el Trail-gator, un gran invento que habréis visto por ahí. Es una barra que permite acoplar la bici del niño a la bici del adulto y levanta su rueda delantera. El niño va sentado en su bici y pedalea. Si le apetece ir solo se suelta la barra y si se cansa se vuelve a enganchar. La verdad es que para nosotros es muy útil porque Gabi todavía es pequeño y aunque ya sabe montar sin ruedines todavía tenemos que ayudarlo a arrancar y si todos vamos en bici es imposible. Además, es muy divertido verle como pedalea mientras va sujeto a la bici de su padre, va hablando, cantando, suelta las manos... claro como no hace mucho esfuerzo...
Yo llevo a Mateo en la sillita y va muy contento contemplando el paisaje y los mayores van cada uno en su bici. Cayetano es ya un ciclista experto y el pobre tiene que ir frenando pero a Adri le cuesta mucho más y ha empezado hace poco. Le quitamos los ruedines cuando sólo tenía cuatro años y aprendió muy pronto, pero no sé si por miedo o por pereza, no quería montar, sólo quería patinar. Al fin hace dos fines de semana cogió la bici pequeñita de Gabi y se lanzó como una campeona. Aprovechamos las ganas que le entraron de montar y el siguiente fin de semana llevamos también su bici. Los chicos fueron a su ritmo y yo me quedé con ella mientras paseaba a Mateo con el carrito. Al principio todo iba bien y estaba contenta pero íbamos por un bosque y, obviamente, el camino tenía baches, agujeros, charcos... Cada vez que encontraba una cuesta o una zona más difícil se bajaba de la bici y se enfadaba. En una ocasión la tiró al suelo y se cabreó muchísimo.
- ¡No quiero seguir más! - Gritó. - Este camino es una mierda, está lleno de baches.
Yo la miré, medité un momento y la contesté.
- Adri, todos los caminos tienen baches. Nadie va a venir a alisarlo. La zona de baches se pasa un poco más allá. Vamos, coge la bici y sigue un poco más.
Obviamente no estaba pensando sólo en el camino del bosque sino en la propia vida. Era importante que comprendiera que había que esforzarse, que las cosas no siempre iban a ser fáciles. Conseguí convencerla y, a regañadientes y diciendo algún taco, (no sé cómo hacer para que no los diga, pero bueno, eso es otra historia), levantó la bici y montó un ratito más hasta que se encontró con una cuesta y ya no pude convencerla más. Dimos la vuelta y volvió a montar otro rato y al pasar por la misma zona de baches la paso montada en bici. Yo la alabé muchísimo aunque me costó otro rapapolvos (tiene un carácter muy fuerte), pero pasó los baches montada y eso fue lo importante. Al final, cuando ya estábamos llegando, había que bajar una cuesta bastante grande. Al verla se bajó de la bici porque no se atrevía y la empujó, se cayó, protestó, lloró, pero como yo no podía ayudarla llevó su bici hasta el parque.
Este fin de semana también ha pasado igual. Al ir yo montada en bici y encima con Mateo tampoco podía ayudarla por lo que tenía que pasar los baches, las cuestas... todo ella sola. Yo la iba esperando y ella iba protestando pero tenía que hacerlo, no había más remedio, si no avanzaba allí se quedaba. Hubo un momento que para animarla la dije:
- Cariño, no creo que haya muchas niñas de tu edad que puedan ir en bici por este camino.
- ¿Y a mí qué me importa? - Contestó enfadada. - ¿Por qué tengo que ir por aquí? No hay más que cuestas y baches.
Ella se estaba planteando, sin saberlo, el por qué la vida no es fácil. Le volví a contestar lo mismo que la otra vez, que nadie le va a alisar el camino. Ella volvió a renegar (y a soltar algún taco) pero como no tenía más remedio cogió su bici y terminó el paseo. Iba enfadada y protestaba todo el rato y alguna vez pensé que quién me mandaba a mí llevármela a montar en bici. Lo más sencillo habría sido quedarme con ella en el parque. Sin embargo, al acabar el paseo la niña estaba feliz y muy orgullosa. Le había costado muchísimo llegar pero lo había hecho y ella sola. Para ella había sido un logro enorme. Sólo habíamos hecho 5 km, tampoco era mucho, pero los había hecho ella, con su bici. A Jaime y a mí se nos saltaban las lágrimas. Me alegré un montón de habernos complicado la vida porque para ella había sido muy positivo.
Mientras estaba escribiendo este post mi cuñado me ha mandado un link a un artículo que os recomiendo, es muy interesante. Se titula "10 errores comunes que cometemos los padres de hoy en día". En él una madre de cuatro hijas cuenta su idea de educación y, entre otras muchas cosas, comenta que uno de los errores más comunes de los padres de hoy en día es que siempre intentamos allanar el camino de nuestros hijos para que no sufran, les apartamos cualquier obstáculo para hacerles la vida más fácil.
¿Qué opináis? ¿Creéis que es un error tratar de allanarles el camino? ¿O, por el contrario, creéis que es positivo evitar que se equivoquen?
Creo que tanto para mi hija como para mí el paseo en bici fue un buen aprendizaje.
Besos y buen lunes!
♥
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